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UNA GRAN IDEA

    A comienzos del año 1997, un grupo de alumnos de Ingeniería Civil de la UC, no contentos con los proyectos que se desarrollaban actualmente en la escuela, decidieron generar una nueva iniciativa social que fuese en ayuda de los más necesitados del país con el fin de solucionar problemas contingentes a su realidad.

    Con muchas ganas, pero desconociendo las formas, este desorientado grupo de estudiantes, se reunió con el sacerdote jesuita Felipe Berríos, con el objetivo de que él les ayudase a hallar la forma de poder materializar dichos deseos, en un proyecto concreto, útil y al alcance de los voluntarios. Así fue como, el sacerdote Berríos les propuso la construcción de mediaguas, como alternativa de solución al problema habitacional que aquejaba a tantas familias del país. Los alumnos en primera instancia se mostraron un tanto incrédulos; sin embargo, aceptaron una invitación del sacerdote para construir mediaguas en la comuna de Curanilahue en la semana santa de aquel año, de modo de evaluar si era factible llevar a cabo un proyecto de ese tipo.

    Tan encantados quedaron, que idearon llevar a cabo un proyecto de construcción de mediaguas, en el sur de Chile, con el objetivo de movilizar a cientos de voluntarios en invierno para la construcción de cien mediaguas. La tarea parecía titánica faltando solo meses para concretarlo, y partiendo, prácticamente con nada.











   La primera tarea ante todo, era reunir cien familias en extrema pobreza, y que no contasen con un hogar digno que les permitiese sobrellevar cada invierno. Francisco Irarrázaval, presidente del Centro de Alumnos de Ingeniería (CAi) aquel año, junto a otro alumno de la escuela, Julio Molina, emprendieron rumbo a la VIII Región para dar con esas familias, las primeras beneficiadas con el nuevo proyecto. Francisco visitó Lebu, y contrató una asistente social por $100.000, para que le hallase las cien familias que necesitaba reunir. Claramente el cheque no tenía fondos, puesto que Francisco confiaba en conseguir el financiamiento del proyecto una vez de regreso en Santiago. Por otro lado, Julio visitó Curanilahue, y le solicitó ayuda al párroco de la zona, para que le socorriese en aquella titánica tarea.



    Ambos se reunieron nuevamente en Concepción, y tan bien les fue, que se llevaron la tremenda sorpresa de que, no sólo habían conseguido cien familias, sino que cada uno se había conseguido un centenar de familias, por lo que, de regreso a Santiago se encontraron con el tremendo desafío de hacer frente a un compromiso con doscientas familias para construirles viviendas ese invierno.









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    De regreso en Santiago, era urgente empezar a moverse, para conseguir el financiamiento e idear la logística necesaria que permitiese desarrollar el proyecto. Desde un principio, la intención fue involucrar en la organización a centros de alumnos de otras universidades, de modo de generar un equipo diverso y numeroso que fuese capaz de afrontar estos desafíos.

    Las reuniones se sucedieron a lo largo de ese par de meses, en medio de un ambiente de incertidumbre, pero sobretodo confianza, en que el trabajo realizado rendiría los frutos esperados. Así fue como poco a poco se recolectando el dinero, los voluntarios, la comida, los materiales, y se empezó a improvisar una logística que hasta ahora, era desconocida. Lentamente se dio forma a lo que pronto se llamaría "Trabajos universitarios del Hogar de Cristo-Vivienda", proyecto social que contaba con el apoyo de varios centros de alumnos, empresas y el Hogar de Cristo.









 

   Llega Julio de 1997 y alrededor de 600 voluntarios de diversas universidades chilenas toman rumbo a las comunas de Curanilahue y Lebu, con el claro objetivo de construir 200 mediaguas para familias en situación de alta vulnerabilidad. En medio de un ambiente de optimismo, los problemas que fueron surgiendo en el camino no hicieron mella a la voluntad de estos universitarios, que tras varios días en la octava región regresaron a Santiago con la tarea más que cumplida; el desafío mayor estaba saldado.

    Aun así, las familias pobres en el país existían y seguían siendo demasiadas: trabajar por ellas resultaba cada vez más imperativo, y así como se pudo beneficiar a cientos de personas con esta primera versión de trabajos universitarios de construcción de mediaguas, llegó a estos universitarios una propuesta aún mayor: continuar con el proyecto, intensificarlo, perfeccionarlo y conducirlo hacia un objetivo a primera vista inalcanzable: construir dos mil mediaguas antes del año 2000.











   La meta parecía ambiciosa, e incluso irresponsable. Pero a estos universitarios poco les importó que se hablase de imposibles: sabían que estaban hecho para grandes desafíos. El proyecto toma forma, y pasa a llamarse "2000 mediaguas para el 2000". Al año siguiente recorrieron nuevamente esa zona y llevaron más de 500 voluntarios para levantar nuevas mediaguas en Lebu, Curanilahue y alrededores.

   Cada verano e invierno se insistió con la construcción de mediaguas en distintos sectores del país: Talcahuano, Temuco, Villarrica, Santiago, llegando a cumplir anticipadamente la meta en Agosto de 1999. Para el año 2000 la ambición fue mayor, y bajo el lema "Mediaguas en el 2000", se fijó la meta de construir dos mil viviendas aquel año. A fines del 2000, ya se habían construido más de 5000 mediaguas en el país, transformándose en un hecho inédito en todo Chile.



    Fue creciendo de tal manera el proyecto, que al año siguiente se constituyó como una fundación sin fines de lucro, pasándose a llamar "Un Techo para Chile", llegando a poseer oficinas en numerosas regiones del país.











   Aquellos años, los Trabajos de Invierno de Ingeniería contaron con el apoyo logístico de "Un Techo para Chile". Si bien dicha fundación surgió desde estos patios, había crecido de tal manera aquellos años, que el proyecto abarcaba mucho más que los universitarios de Ingeniería de la UC, por lo que era necesario, saber llevar a cabo versiones propias de esos trabajos sociales en Ingeniería.

   Universitarios visitaron Ñuble el 2000, y al año siguiente el destino elegido era nada más ni nada menos que la isla de Chiloé. Aquellos años se construían mediaguas de 18 m2, y ya eran cientos de voluntarios que cada año ponían a disposición sus vacaciones por ir en ayuda de familias vulnerables de nuestro país.







 



   Hacia el año 2002 se dieron grandes cambios en el proyecto, que se constituyeron en los primeros pasos hacia una institucionalidad diferente: se comenzó a trabajar por comisiones (logística, financiamiento, alimentación, etc.), se estableció la ley seca en los voluntarios, y de a poco comenzó a aplicarse el sello distintivo de ingeniería. La estructura de trabajo por comisiones fue tomando forma y solidez, y con el correr de los meses, se contó con una organización tal, que permitió desvincular Trabajos de Invierno de Ingeniería de UTPCH. Si bien dicha decisión permitió una mayor independencia, traía consigo el tremendo desafío de ser capaces de sostener el proyecto en todos los sentidos, y permitir un crecimiento de éste, tanto en tamaño, calidad e innovación.



   Los trabajos del año 2002, se presentaron como el primer reto a esta nueva estructura. La región elegida para ésta y todos los años sucesivos sería la más pobre de Chile: la región de la Araucanía. Una óptima labor de las comisiones permitió realizar unos trabajos exitosos en Nahuelbuta el 2002, Malleco el 2003 y Cautín el 2004, con alrededor de 250 voluntarios cada invierno. El año 2003 además, se creó el actual logo de Trabajos de Invierno.











   Corría el año 2005, y se trabajaba incesantemente para la construcción de mediaguas de ese invierno. Sin embargo, si bien la mediagua respondía a una necesidad urgente, y cumplía como tal, era innegable el hecho de que para gran parte de las familias, esta no constituía una vivienda transitoria, sólo de emergencia, sino que terminaba siendo la casa que habitaban toda la vida. Por lo mismo, surgió la idea de entregar casas de mejor calidad, más grandes, que pese a que tampoco correspondían a una solución definitiva, al menos aseguraban un menor deterioro y por tanto, mayor tiempo de uso.



   Faltaban menos de dos meses para los trabajos, y se dio el vamos a un plan piloto de construcción de viviendas básicas de 21 metros cuadrados, además se construyó un modelo de casa básica de 42 metros cuadrados en cada comuna. Collipulli, Ercilla, Victoria y Curacautín fueron los destinos aquel año, y sin duda el saldo fue mejor de lo esperado: iban por buen camino, para dar el salto definitivo a la construcción de viviendas básicas.



   En el año 2006 se fue aún más ambicioso, y se llevó a cabo la construcción de viviendas básicas de 42 m2, de 5 ambientes, en las comunas de Lautaro, Perquenco, Toltén y Carahue.









   La construcción de viviendas básicas de 42 m2 se transformó en todo un éxito, ya que permitían además combatir contra el hacinamiento presente en muchas familias, y además otorgaba una mayor calidad de vida para quienes las habitasen. Sin embargo, la búsqueda constante de dar con las mejores soluciones posibles para los problemas habitacionales existentes, reorientó el proyecto a esforzarse por mejorar los materiales de construcción, perfeccionar el trabajo en la aislación térmica y humedad, y como no, a hallar una estructura ideal de la casa a entregar.

   El año 2007, se planeó la construcción de un nuevo modelo de casa: de la casa cuadrada del 2006, se pasaría a una con forma de L, que de esta forma facilitaría la ampliación de la casa por parte de los beneficiados. Las comunas beneficiadas aquel año fueron Chol Chol, Galvarino, Traiguén y Vilcún. Este mismo modelo se construyó el año 2008 (Tucapel, Laja, Negrete y Quilleco) y 2009 (Loncoche, Carahue, Teodoro Schmidt y Toltén), años en los que además se implementó un plan piloto para añadir un sistema eléctrico a las casas.

   El 2010, año caracterizado por el terremoto, obligó al proyecto a buscar nuevas respuestas ante las necesidades que imponía esta realidad. En abril y mayo de aquel año se realizaron operaciones de emergencia, para la construcción de mediaguas y viviendas básicas en algunas de las zonas más afectadas por el movimiento telúrico de la VI y VII Región. Por otro lado, aquel invierno se construyó un nuevo modelo de casa, con forma de T, en las comunas de Angol, Collipulli, Contulmo y Victoria.

   Hoy, al igual que en muchas oportunidades del pasado, Trabajos de Invierno CAi se encuentra en un punto en el cual debe observar dónde se encuentran las nuevas necesidades de la sociedad. Es por esto que los queremos invitar a todos a estar atentos a las novedades que surgirán dentro del proyecto, pues al igual que siempre, estas darán sin duda que hablar.

UN COMPROMISO DOBLEMENTE GRANDE

EL DESAFÍO DE LA ORGANIZACIÓN

PRIMERA EXPERIENCIA EN EL SUR

CONSTRUYENDO UN TECHO PARA CHILE

BAJO EL ALERO DE UTPCH

PRIMEROS PASOS DE INDEPENDENCIA

EVOLUCIÓN HACIA LA CASA BÁSICA

UN PERFECCIONAMIENTO CONTINUO

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